Arquitectos: Enric Miralles y Carme Pinós
Año: 1994
Localización: Igualada, Barcelona, España.
Queremos continuar con nuestra sección de Arquitecturas de la Tristeza con una verdadera experiencia sensorial propuesta por nuestro querido arquitecto catalán y su entonces esposa.
El planteamiento del proyecto nace como un movimiento en el territorio, recorriéndolo para generar los diferentes niveles y desplazamientos necesarios, plasmando en la planta un sentimiento sosegado y respetuoso, truncado velozmente por gestos bruscos y duros en ciertos puntos, en un contraste constante y total.
En este contraste se mueve Miralles, en una relación constante entre la suavidad y la dureza de un paso del tiempo impasible, que recorre el proyecto, como si de un río se tratase, llevando a su paso troncos de árboles en un estado de inquietante congelación. El tiempo detenido en un proceso de constante desmaterialización, un caracter impreso en las arquitecturas y en el propio Miralles, y que llama a apresurarse, peor al mismo tiempo a disfrutar de la belleza de lo efímero, deteniéndose en los detalles desnudos y en el equilibrio imposible.
Es en esto punto de convulso paso del tiempo donde Miralles entiende la muerte como un paso más, un camino más en constante deconstrucción y movimiento en el que se sumerge para presentar un respeto natural, contrastando de nuevo en cuanto al sentimiento de sentirse acogido en un lugar descarnado y desnudo.
A su muerte, Enric Miralles es enterrado en el Cementerio de Igualada, sumergiéndose en su propio tiempo convulso.