La Bauhaus ha muerto… y te la has cargado tú
Abril 2019.
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Esta entrada fue publicada en Patio de Sombras, nuestra primera etapa como blog que exploraba nuestra visión sobre Arquitectura y Arte. Si quieres saber más acerca de nuestro proyecto editorial reciente, visita la sección Sobre Nosotros o nuestra Tienda.
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Este mes de abril, la escuela de artesanía, diseño, arte y arquitectura alemana más famosa del mundo, la Bauhaus, cumple 100 años de su fundación. Lo han anunciado a bombo y platillo por toda Europa, buscando recordar los principios y acontecimientos que llevaron a Walter Gropius, junto con otros arquitectos y artistas, a dar inicio a este movimiento en 1919, con base en Weimar.
En los años posteriores a la Primera Guerra Mundial, Berlín, Alemania, y Europa al completo habían quedado reducidas a polvo, y el proceso de recuperación económica, y social, daba comienzo desde las cenizas. La necesidad de una reconstrucción rápida y asequible llevó a la recién fundada Bauhaus -«Casa de la construcción estatal», literalmente- a experimentar con materiales de producción relativamente prefabricada, como acero y vidrio, que hasta ahora habían quedado renegados al ámbito industrial.
Bajo el lema «Todo es diseño», esta reconstrucción define un movimiento arquitectónico, artístico, estético y social. Tan social, que fue perseguido por las facciones de extrema derecha que se levantaban acuciantes en ese momento en Alemania, y que llevaron a la escuela a mudarse en dos ocasiones, y echar el cierre definitivamente en 1933. El movimiento que había puesto al alcance de la sociedad un mobiliario basado en la utilidad, una arquitectura desde la función, y un arte accesible a cualquiera, en busca de expresar los sentimientos de la manera más pura posible, había sido decapitado. La intención de eliminar barreras entre clases sociales había sido identificada como una amenaza que era necesario erradicar. La Bahuaus había muerto.
Después de que estos ideales, demonizados, cayesen y sus opresores consiguiesen su objetivo, la Segunda Guerra Mundial estalló, y las miradas que habían levantado este movimiento volvieron a ver Europa como un campo en ruinas que reconstruir. El espíritu que llevó a la fundación de la escuela alemana volvió a ver la luz del día, ¿O no?
De cuando traicionaste a la Bauhaus en la sala de espera del dentista
Los valores que llevaron a la fundación de la Bauhaus hablaban de economía, utilidad y eficiencia, con diseños coherentes y precios que buscaban que la reconstrucción no se centrase en las clases pudientes, si no que se tratase de una revolución en todos los niveles de la sociedad.
Los nombres de Marcel Breuer, Mies Van der Rohe, Paul Klee o Walter Gropious -por decir- firmaban proyectos, cartelería, mobiliario… Diseño, arte y arquitectura que se mantiene a día de hoy prácticamente intacta, con la excepción de que ahora se han convertido en objetos de lujo, museos privados con aún más privativo precio, o diseños con excluyentes derechos de autor.
La famosa silla Wassily, de Breuer, se ha convertido en un objeto que podemos adquirir en Amazon por cerca de 300€; la entrada al Pabellón Alemán de Mies en Barcelona sale por unos 5€; algo menos económica, las imitadas Nesting Tables de Albers, que saldría en su edición original por alrededor de 1500€. Literalmente, al entrar en la web oficial de la Bauhaus, –haz la prueba– nos enlaza automáticamente a la tienda online para que divisemos un sin fin de productos a precios desorbitados.
Son sólo algunos ejemplos de una Bauhaus que ha perdido el norte, en la que los objetos, diseños, proyectos, imágenes… Su espíritu, se ha transformado en un objeto de lujo, digno de ser exhibido. La exclusión de los valores que llevaron a su creación los han desprovisto de toda entidad: Ni función, ni economía, sólo estética. Ahora sí, la Bauhaus ha muerto. La clase burguesa que Gropius pretendía evitar en una nueva Europa se ha hecho con el control del arma que se creó para ello.
Los diseños inquebrantables producidos en la escuela alemana entre 1919 y 1936 han perdurado 100 años, pero es hora de ponerlos en duda, de dejar que los museos, las entidades privadas y los millonarios de sonrisa y billetera ancha los fagociten, y entender que, tal vez, no se adaptan a la forma de vida actual, a nuestra comodidad o vestimenta. Quizá se han convertido en objetos de exposición que sólo los profanos adquieren, para salas de espera de dentista o de algún despacho sin muchas luces. El mobiliario y la arquitectura de la Bauhaus se ha mudado a un momento inconcreto de la historia: Ni son actuales, ni los modernos les dicen vintage, ni los catedráticos los llaman clásicos. Tan solo existen, a la espera de que alguien pague por adquirirlos, su diseño, su firma, pero ¡Ni hablar de sus ideales!
El resultado no son diseños atemporales, formas puras o materiales a plena capacidad, es un trabajo de taxidermia. Arquitecturas y muebles disecados en el tiempo. No queremos más Bauhaus.