Nos encontramos a día 16 de Julio, los termómetros de nuestras ciudades rondan -en el caso de que no superen- los 30ºC. En muchos lugares, las temperaturas resultan asfixiantes, pero hay una pequeña parte de la población que resiste inmune a esta situación. Una población que rebosa energía y necesita correr, saltar, en definitiva, jugar, para descargar esas pilas que parecen no agotarse. El problema está en que un porcentaje de esa población no disfruta de los espacios adecuados para poder descargar esas baterías, ¡y ellos también tienen derecho y quieren divertirse! Así que hoy hemos decidido reflexionar sobre parques infantiles inclusivos. ¡No os olvidéis de ellos en vuestros futuros proyectos!
¿Accesible o inclusivo?
A priori, uno puede pensar que los parques infantiles accesibles cumplen todas las necesidades de este colectivo, pero el adjetivo accesible de lo único que dota al parque infantil, es de la capacidad de recibir a personas que necesitan sillas de ruedas para desplazarse. ¿Y qué tiene esto que ver con la diversión que ofrece el parque? Nada. Entonces, es muy importante diferenciar entre accesible e inclusivo.
Un parque infantil inclusivo es aquel que, además de permitir al usuario la oportunidad de llegar al sitio, le permite disfrutar del mismo, hacerle formar parte de juego. Esto requiere de una forma de diseñar diferente, pero, sobre todo, de una forma diferente de entender el juego.
Por suerte para nosotros, esta reflexión en torno al juego no es nueva, quizás es algo desconocida, pero no es algo que no se haya pensado con anterioridad. Merece la pena rescatar los trabajos de Aldo Van Eyck, que conseguía diseñar unos parques infantiles que, fruto de la abstracción y sencillez de sus elementos, conseguían generar espacios destinados para el juego, sin llegar a definir con total exactitud la acción a la que estaba destinada cada elemento, dándole la oportunidad al niño de escoger cómo disfrutar del parque.
Esta forma de entender la diversión, como la interpretación que puede hacer el niño sobre un objeto para usarlo como él crea oportuno, es una de las formas más inteligentes para enfrentarse a un parque infantil inclusivo. No se trata de pensar en las acciones que el niño «debe» hacer para divertirse, sino en cómo disponer elementos que son susceptibles de ser usados de múltiples maneras por personas que tienen distintas capacidades.
Las Claves
Aldo Van Eyck nos regaló esa forma de entender el juego. ¿Cómo podemos trasladar ese pensamiento a los parques infantiles contemporáneos, siguiendo además modelos inclusivos?
En primer lugar hay que entender que para interpretar el mundo tenemos los clásicos cinco sentidos, pero también hay otros más de los que nos han hablado en menos ocasiones. De los cinco clásicos, podríamos decir que los más usados en nuestros parques son la vista y el tacto, que guían el movimiento de los pequeños a través del mismo. Pero, ¿la diversión se basa en moverse? Descubrir, cooperar, compartir… Son acciones que parecen llevar también a la diversión, y estas acciones pueden desarrollarse con otros sentidos.
Así, una de las principales armas de los parques infantiles inclusivos es el uso de más sentidos a la hora de disponer elementos de juego. El sonido o la capacidad de equilibrio son algunos ejemplos que permiten a otros pequeños disfrutar de las relaciones con el material a jugar.
Otra de las claves es ofrecerles la posibilidad de unirse, no solo se trata de permitir que todos los niños puedan disfrutar de las actividades que el parque les brinda, sino que es más importante permitirles jugar juntos, para que establezcan vínculos permitiendo la inclusión en el juego.
Para ello, es fundamental el último punto, y es en este momento cuando volvemos al origen de nuestra reflexión. El objeto de proyecto debe ser accesible, porque si no es accesible, nunca podrá ser inclusivo. Pero no nos olvidemos, ¡que sea accesible no lo hace inclusivo!