«N’attends pas des châteaux en Espagne Car le temps passe trop vite.» – No te entretengas haciendo castillos en el aire, pues el tiempo vuela.
Con este divertido dicho del Francés comenzamos nuestra reflexión de esta semana. Estudiándolo detenidamente podemos ver que «Castillos en el Aire» se traduce como «Châteaux en Espagne«, o castillos en España. Nos da la idea de que hacer castillos en este país es algo que no tiene valor, debido a la gran cantidad de fortificaciones que dibujan gran parte de la antigua masa construida. Son numerosas ruinas que nos han protegido en sanguinarias batallas, que se han tomado en asombrosas conquistas, han pasado a ser propiedad de las localidades que lo poseían. Todo esto para acabar siendo meros observadores de sus contextos, quedando casi olvidados.
Se han convertido en los fondos de las postales, que generan imágenes tan pintorescas como el poco interés de las personas en visitarlos. Alejados, nosotros hemos sido cómplices de esa dejadez que ha llevado a la ruina en muchos casos a estas construcciones. Pero tampoco es justo asumir la totalidad de la culpa. Estas fortalezas quedaron obsoletas, pasando a ser grandes carcasas inertes de actividad y uso. Caras de mantener, y difíciles de reutilizar –según lo comúnmente estipulado-.
No todas las ciudades deben tener un Guggenheim, ni un palacio de congresos o un centro de interpretación. Tampoco las iniciativas públicas pueden suplir todo el coste de mantener este patrimonio que se está erosionando hasta acabar desapareciendo. Esto es algo que hemos aprendido en estos últimos años, tras este pequeño «Boom» en el que parecía que el turismo y «la cultura» eran la llave que nos abriría el cofre del tesoro.
Estábamos equivocados. Si antes estas fortificaciones eran carcasas inertes de usos, la única diferencia que observamos ahora es que al menos, se han consolidado y podrán permanecer algo más en el tiempo. Podremos pensar que las puntuales visitas que puedan recibir estos espacios justifican estas transformaciones, pero quizás es más interesante alejarse de la dinámica de limitarse a musealizar. Al fin y al cabo, la cultura de verdad, no es solo la que se esconde en los museos. La cultura de verdad es aquella que generan las comunidades.
Estas ruinas que ahora nos observan, pueden volver a ser las protagonistas de otras actividades pensadas para contribuir con sus localidades. Dejar de ser carcasas vacías para ser contenedores de actividad. El reto quedará pues, en ser capaces de combinar usos más complejos que la mera musealización e intervención de accesibilidad, con la lectura de los distintos estratos y el pasado del paciente. Entendiendo además nuestro momento como una capa más que se posa sobre el conglomerado que es su historia. No es malo dejar que esta nueva página también se lea. Lo importante es que al escribirla no le quitemos protagonismo a todas las anteriores, pues sin ellas, no habría sido posible entender lo que nos cuenta este maravilloso libro que es el tiempo.
No queremos mencionar también el reto que sería luchar contra las administraciones, para devolver a las localidades lo que les pertenece por la historia. Para darles la posibilidad de usarlo y beneficiarse de ello. Creemos que es algo que se tiene que reivindicar conjuntamente desde estas poblaciones, como desde las profesiones que tratan con estos testigos del pasado.
Mientras tanto, esperando a ver qué nos depara el tiempo, nosotros extenderemos nuestras alas hacia el cielo, y poco a poco ganando altura. Puede que nos llamen idiotas, pero seremos felices construyendo castillos en el aire.
Imagen de cabecera: Estudio de Ricardo Bofill, que se apropia de una antigua cementera.