¿Cuánto de lo que sabemos sobre la naturaleza en relación a nuestras ciudades y a la arquitectura es real? ¿Estamos plagados de tópicos y asunciones que dan forma a nuestros trabajos, pero en realidad son herramientas ineficaces o que pueden llegar a generar problemas? Esta semana buscamos dar respuesta a estas preguntas, y conocer un poco más sobre cómo podemos usar mejor la naturaleza en nuestro trabajo. Para ello, repasamos tres escalas diferentes en las que se trabaja con la naturaleza y biodiversidad, observando errores comúnmente planteados, así como puntos importantes en el desarrollo de cada escala.
Pequeños jardines del Edén
En la escala más humana, nos encontramos con la posibilidad de trabajar con jardines, ya sea en viviendas, pequeños parques, oficinas, o edificios públicos. Un jardín se convierte siempre en un espacio que regala frescor y humedad a la construcción, además de las posibilidades que ofrece como telón de fondo, elemento de contraste, o espacio de relación. El sentido común nos dice que, en el caso de diseñar uno de estos jardines, la flora -y la fauna- que usaremos debe ser la local. Esto es así para evitar generar problemas entre diferentes especies, además de la seguridad que nos da trabajar con especies que no van a tener problemas para habitar esos lugares.
No solemos plantearnos el impacto que puede tener el diseño de un buen jardín en el ámbito urbano, aunque sea el pequeño jardín de una vivienda. Tenemos que ser conscientes de que ese jardín se convierte en la potencial casa de futuras especies de animales. Pájaros, roedores, insectos, pequeños reptiles… Todos se convierten en posibles inquilinos, y todos ayudan a mantener la biodiversidad del lugar. Es importante no querer deshacerse de ninguno de estos eslabones, pues si alguno falta, podemos perjudicar gravemente el equilibrio de esta naturaleza urbana. También es importante no usar especies invasoras por el mismo motivo. Así, si generamos jardines complejos y «autóctonos», estaremos ayudando a fomentar la vida.
Corredores de interior
En este caso, hacemos zoom para observar de qué formas podemos trabajar con la naturaleza en el ámbito del interior de nuestras ciudades. Habitualmente se daba por bueno el entender un corredor verde como una serie de calles que disfrutaban de un denso arbolado. Sin embargo, esta idea no puede estar más lejos de la realidad. Un verdadero corredor verde no debe ser un espacio que dispone de vegetación en abundancia. Un corredor verde debe ser capaz de distribuir y comunicar diferentes espacios verdes de la ciudad. Esta comunicación permite a las diferentes especies -ya sean flora, o fauna- moverse entre los diferentes espacios, promoviendo así una mayor biodiversidad en la ciudad. ¿Por qué es importante promover esta biodiversidad? Por una parte, para generar un ciclo lo más cerrado posible para las especies que habitan estas áreas, de modo que sea mucho más sencillo que sobrevivan por si mismas. Esto genera ciudades que conviven mejor con la naturaleza, suavizando el impacto de las mismas, y ofreciéndonos espacios con temperaturas más amables, y que tienen una calidad mayor que las de nuestras plazas duras.
Los corredores verdes de las ciudades, pueden ayudarnos también a mejorar las conexiones peatonales o el transporte público. Así, diferentes parques se conectan a través de dicho corredor, que se dota de una infraestructura que permite desplazar los flujos de personas, y sirve de base a la naturaleza, además de generar interesantes zonas estanciales. El resultado es una ciudad más compleja, respetuosa con el medio, amena y bella.
Debemos ser críticos y evitar las soluciones sencillas en las que simplemente se plantan árboles para suavizar la dura apariencia de nuestras calles. Pueden existir casos en los que esa plantación en exceso de árboles pueda generar problemas al resto de la flora o fauna, del mismo modo que las especies invasoras generan problemas a las especies autóctonas. Así, a la hora de seleccionar la biodiversidad del sitio, es tan simple como pararse a observar, y escoger lo que ya hay. Ni añadir, ni quitar: Repetir.
Rompiendo barreras: Los caminos de nuestras ciudades
Sin necesariamente cambiar de escala, podemos encontrarnos con otros corredores que tienen una entidad muy diferente. Se trata de estos corredores que se encuentran en contacto con masas de naturaleza aún virgen, y que van a sufrir por la acción del hombre. Otros casos pueden ser los que aparecen al separar una gran masa de naturaleza, en dos diferentes, tras realizar una gran infraestructura de comunicación, como puede ser una carretera o una vía de ferrocarril. ¿Cómo podemos actuar en estos casos?
La clave sigue siendo mantener la biodiversidad de la zona, lo difícil radica en la complejidad de mantener la naturaleza pre existente, y para ayudarnos aparece el concepto de «Ecotóno». Este término se define cómo el área donde dos ecosistemas se relacionan e interactúan. Cuando observamos la naturaleza, vemos que cuando hay un encuentro entre dos ecosistemas, no se produce un cambio brusco entre ambos, sino que parte de las especies de un ecosistema, y parte de las especies del otro ecosistema, conviven en un área. También es importante comprender que, dependiendo del ecosistema, esta distancia de relación que es el Ecotóno varía. Podemos tener un ecosistema que necesita un ecotóno de 30m, y otro de 50m. En este caso, la distancia con la que deberíamos proyectar es la que nos limíta más: 50m.
Volviendo a los casos de trabajo, si nos encontramos en la situación en la que vamos a proyectar una nueva área por desarrollar de una ciudad, sobre una masa natural virgen, lo idóneo es tratar de mantener la conexión entre los bordes naturales. Esto sirve de base para generar redes naturales en futuras ampliaciones, además de suavizar el impacto que puede tener la intervención sobre la flora y fauna autóctonas. En el caso de los caminos que separan masas naturales, la solución pasa por permitir puntos permeables, en los que deben cumplirse una serie de pautas de seguridad y comodidad con las especies que deben usar ese corredor. No basta con abrir un pequeño puente bajo la carretera, hay que conocer las necesidades de cada especie, y trabajar según esas limitaciones, decidiendo si se quiere hacer un paso exclusivo para animales, o que también pueda ayudar al paso de las especies vegetales.
Si algo queda claro después de este breve repaso, es la importancia que puede -y debe- adquirir la naturaleza en nuestros proyectos, que no sólo son un telón de fondo o escenario sobre el que poner la arquitectura. Entender lo que significan, y trabajar con ellos en consecuencia, consultando a expertos en caso de ser necesario, nos va a llevar a generar ciudades más interesantes y sostenibles, haciéndonos sentir mejor por realizar un trabajo mucho más complejo y responsable.
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