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Sobre fortuna y desventura: La suerte del artista

La suerte es un concepto inamoviblemente enlazado al mundo de lo esotérico, de lo irracional o azaroso, en la que creemos o dejamos de creer; a la que frenéticamente intentamos atraer como una suerte de imán -valga la redundancia- ante los desafíos de nuestro día a día, o cuyos rituales y refranes nos maldicen a diario bajo una escalera o al otro lado de un espejo roto.

Esta fortuna, refrendada por cuerpos celestes, o por contraportadas de revistas, hace mella en el ávido lector que ingiere la profecía y, sin ser consciente, se dispone a llevarla a cabo hasta sus últimas consecuencias. La panadería que quebrará por falta de clientela, o el matrimonio que saldrá a flote tras una grave crisis, de un modo u otro parecían destinados a ello mirados desde una cierta óptica.

El efecto Pigmalión

La mitología griega cuenta que el escultor Pigmalión era un hombre solitario que un día, sin razón aparente o modelo en la que basarse, comenzó a esculpir la efigie de una chica, que poco a poco fue cincelando con tal amor y devoción que hizo la más bella estatua jamás contemplada. Terminada la hermosa obra, Pigmalión la vistió con ropajes adecuados a su belleza, y una guirnalda de flores en la cabeza. Tras esto, el escultor decidió besar apasionadamente el frío mármol, con la infundada esperanza de encontrar respuesta en la estatua de la que parecía haberse enamorado.

Venus, tal vez uno de esos astros de buena fortuna, que lo observaba inmóvil frente a su obra, pasó junto a la estatua y le dio vida a tan magnífica belleza. La estatua se bajó del pedestal con vida propia y grácilmente se acercó a Pigmalión, quien no salía de su asombro. Así, según la mitología griega, nació Galatea, como resultado de la esperanza y ansiedad del artista por conseguir un hecho irrealizable, y por medio de instrumentos aparentemente sobrehumanos.

suerte pigmalion
Pigmalyon y Galatea, Angelo Bronzino 1530 – Fte: Wikiwand.

Desgraciadamente, ante nuestras mejores esperanzas y necesidades, rara vez Venus se persona a nuestro lado para soplar en nuestra dirección; aunque eso no quiere decir que el llamado Efecto Pigmalión sea una farsa: Las profecías autorrealizadas nos afectan, tanto positiva como negativamente, a lo largo de nuestro día a día. Y si bien, hablar de predisposición social y personal por conseguir un hecho pronosticado parece una justificación a posteriori de acontecimientos, tal vez sea un factor más a tener en cuenta de lo que parece.

La disposición de un individuo por conseguir -o sufrir- un hecho en concreto, genera una modificación en su propia autoestima y en su estado de ánimo, alterando el proceso en el que el sujeto interviene, así como la forma en que interactúan con él las personas que lo rodean, modificando críticamente el resultado.

“El rapto de Proserpina”, de Gianlorenzo Bernini (1622). Tal vez la escultura de Galatea tomando vida no esté basada en una fantasía después de todo. Fte: Vivirarte.

De «empleado del mes» a «oveja negra»

Una vez definido y estudiado el efecto Pigmalión por personalidades como Rosenthal y Jacobson, McClelland o Bernard Shaw, se ha trabajado sobre él para intentar demostrar ciertos comportamientos producidos de manera inconsciente en las relaciones sociales a diario.

Los numerosos resultados se refieren, por ejemplo, al término didáctico, donde se habla de la predisposición del tutor a formular sus propias expectativas de un determinado patrón de alumno, favoreciendo su desarrollo mediante tono de voz, tiempo de respuesta, número de estímulos… Entre esto, el alumno aumenta su disposición a responder acertadamente y, fundando las expectativas del tutor, se favorece el comportamiento inconsciente. La continuación de este desarrollo en el tiempo consigue una diferencia vital entre los alumnos, que en algunos casos los marcarán por el resto de su trayectoria profesional. Este mismo supuesto puede aplicarse a psicología familiar, marcando las diferencias entre hermanos en el trascurso de su educación, o al término laboral en lo que a relación jefe-empleado se refiere.

Las curvas de Oscar Niemeyer en el centro Niemeyer de Avilés muestran un énfasis por el trabajo que enfatizó su trabajo hasta sus últimos días, a los 106 años ¿Alguien diría que es imposible? Fte: Libertad digital.

A pesar de que los factores intervinientes son mucho más complejos y marcan el por qué de estas expectativas iniciales y más sobradamente del desarrollo, queda patente con este recorrido que la relación entre predisposición y resultado está mucho más presente de lo que muchas veces somos capaces de imaginar, lo cual en ciertas ocasiones puede llegar a ser una carga sobre futuras decisiones. Lastrar los hechos futuros con decisiones pasadas puede conseguir que el efecto Pigmalión -o efecto Golem, en el caso de ser negativo- sea un abismo hacia la derrota y la falta de autoestima.

Ante esto, la única herramienta del artista, del creador o de cualquiera de los que luchamos por salir adelante es la asertividad del trabajo bien hecho y la satisfacción personal más allá del aspecto al que nos enfrentamos. La predisposición puede marcar la diferencia entre «tener o no suerte», pero fallar jamás significará la derrota ¡Mucha suerte!

Foto de cabecera: Fuente

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