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Hic sunt dracones

Lo desconocido nos apasiona y aterra a partes iguales. Crea en nosotros una sensación de inseguridad y responsabilidad que a muchos puede resultarles atractiva, como esos momentos de pura actividad y adrenalina que pueden resultar hasta adictivos. Hubo una época en la que cartografiar lo desconocido era un oficio -en realidad, ¿ha dejado de serlo?-, líneas difusas tras las que aparecían seres mitológicos que representaban el peligro, el terror, la inseguridad. «Hic sunt dracones» se escribía sobre esas líneas, lo que viene a avisarnos de que «Aquí hay dragones».

Desentrañando el mundo

Cuando la totalidad de la extensión de la Tierra aún no estaba dibujada, los gremios de cartógrafos disfrutaban de su momento de máximo esplendor. Una disciplina que danzaba entre la mitología, la geografía, y por supuesto, el dibujo. No pocos han sido los mapas que han dibujado de distintas maneras los entornos que nos rodean. Cada avance científico, tecnológico e iteración sobre el trabajo previamente recibido, han permitido afinar el nivel de detalle y ampliar los horizontes de cada nuevo trabajo, pero hubo mucho tiempo en el que siempre había algo común en todos esos mapas: lo místico. La mitología al servicio de la ciencia para explicar aquellos fenónemos que aún no comprendíamos. La fantasía como herramienta para avisar de los peligros que supone cruzar esa línea entre lo conocido y lo desconocido. La intuición por encima de la razón, a la hora de seleccionar los elementos más importantes en cada uno de esos trazos que dibujan las geografías de los nuevos territorios.

Viajando a los históricos mapas de las costas de Noruega, los capitanes de los barcos podrían encontrar la temida forma de representar el «Maelstrom«, descrito como un gigantesco vórtice en mitad del océano que llegaba hasta el fondo del mismo, engullendo cualquier navío que se atreviera a acercarse a sus fuertes corrientes.

Carta marina de Olaus Magnus. S.XVI

Pero la violencia del mar no quedaba vigente solo por la agresividad de sus remolinos, sino que los propios animales que lo habitaban amenazaban con aún más intensidad a los preocupados navegantes. Sólo en este pequeño fragmento de la carta marina se ven, además del temido remolino, al Kraken o a una serpiente marina de proporciones colosales.

Pero el mar no era el único lugar peligroso. En tierra firme podemos encontrar numerosas referencias a los hogares donde vivían los temidos dragones, que tenían por modo de vida el saqueo de mercaderes y de las aldeas más cercanas a sus moradas.

Libro Historiae Natura, Johannes Ionstonus (1755).

Las descripciones de los mismos varían dependiendo de la localización en la que nos encontremos, del mismo modo que su relación con las personas. Desde los dragones de origen chino con ese misticismo y respeto que emanan, a los agresivos dragones europeos que aterrorizaban las tierras de los pobres campesinos.

Sin embargo el dragón no ha sido el único animal mitológico que aparecía en estos mapas que se dibujaban tratando de contar la realidad y peligros del mundo. Si observamos la cartografía realizada por Diego Gutiérrez y Hieronymous Cock sobre el «Nuevo mundo» en el año 1562, encontramos una tierra plagada de diferentes seres mitológicos, situaciones peculiares, o peligros terroríficos.

Cartografía del Nuevo Mundo por Diego Gutiérrez y Hieronymous Cock. 1562.

Si nos paramos a observar con detenimiento este detallado mapa -cosa que recomendamos encarecidamente haciendo click aquí-, descubriremos un mundo que emana más fantasía que realidad. Lo que nos cuentan los autores son unas tierras lejanas pobladas por seres de naturaleza variopintas. América como tierra de sirenas, gigantes, y, claro que sí, también dragones.

El tiempo pasó, y poco a poco se consiguió dibujar cada una de las lineas que conformaban las costas de nuestro planeta, los límites que aparecían en nuestras montañas. Parecía que ya no quedaba nada más por dibujar y era el momento de comenzar a borrar todos esos antiguos terrores, empezando a ser reconocidos como elementos ficticios.

Cuando se dibujó toda la Tierra

La lógica usada de manera rápida nos diría que en un mundo dibujado ya no tiene sentido seguir cartografiando los lugares. Pero si nos paramos a pensar, nos percataremos de que pese a que las características morfológicas de un territorio no varíen, este sufrirá diferentes cambios a lo largo del tiempo. Esto entonces obliga a la actualización de esas cartografías. Pero eso no lo es todo, antaño lo desconocido era lo peligroso, el objeto a conocer, por el que aventurarse. Hoy día parece que el dragón del S.XXI ha dejado de ser el terreno desconocido para pasar a ser los problemas o características que lo componen.

Esto entonces nos lleva a observar una bonita evolución entre esos mapas que querían representar un mundo aún por conocer con los planos dibujados por arquitectos y urbanistas en sus años de trabajo, queriendo representar los problemas de un lugar. Problemas a los que si no se les da solución pueden acabar con estos territorios de la misma forma que peligraban antes por culpa de esos dragones.

Sin embargo, alejándonos de la fantasía, ahora es la abstracción la que se convierte en nuestra herramienta, abstracción usada del mismo modo que antaño se usaba esa ficción. Lo sorprendente de esto es que se generan unos planos que resultan tan atractivos como los que pudieran aparecer en esa época de los exploradores, si bien es cierto que aún no se ha llegado al nivel de densidad gráfica de los antiguos -aunque parece que vamos camino de ello-.

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