Tipología (y) política
Pigaa Studio
Tipología (y) política
Pigaa Studio
Pigaa Studio es un joven estudio de arquitectura nacido entre Lausanne y Reus, dónde actualmente desarrolla su actividad. La sensibilidad por los retos climáticos y sociales de nuestro momento lo lleva a entender la arquitectura siempre cómo parte de su contexto y a trabajar a distintas escalas y ámbitos. De manera teórica y práctica. Desde el estudio, a través de concursos y encargos privados y desde l’Escola Tècnica Superior d’Arquitectura de Reus, como docentes e investigadores.
Ensayo publicado en el tercer número de [patio], titulado Inefable, dedicado al trabajo de Atelier Atlántico y apoyándonos en colaboraciones de Álvaro Chico, David Ariza, Mónica Lamela –There There Architecture–, Jesús Meseguer, Elena Beltrán, Javier Bustamante y Pigaa Studio para comprender el concepto contemporáneo de hogar y nuestros referentes.
[patio] es una revista de arquitectura independiente publicada exclusivamente en edición impresa. Puedes hacerte con la tuya y apoyar nuestro trabajo en nuestra tienda.
Arquitectura y vivienda
Muchos arquitectos entendemos por arquitectura todo aquello que permite el desarrollo de la vida en un lugar determinado. La arquitectura como escenario y soporte de todo tipo de relaciones humanas y sus actividades. Acondicionar un lugar para protegerse de las cambiantes condiciones exteriores y relacionarnos entre nosotros. Reconocer y transformar la preexistencia para poder habitarla. En ese habitar encontramos la arquitectura. Esta manera de entender la arquitectura no es, por supuesto, personal ni novedosa. Ya en los años sesenta, Bernard Rudofsky presenta esta tesis en su libro Arquitectura sin arquitectos, aún hoy referente para muchos de nosotros.
Es evidente que la arquitectura está en nuestra memoria, en nuestro subconsciente y en nuestro carácter. Es protagonista de nuestros recuerdos
más extraordinarios y de nuestra más anodina cotidianidad. Forma parte de nuestro nacimiento, nuestro crecimiento y nuestro aprendizaje. Con la arquitectura hemos reido, hemos llorado, nos hemos frustrado y nos hemos emocionado.
Todas estas experiencias vitales forman parte indisociable de la misma arquitectura. Son la arquitectura. El edificio, el objeto por sí mismo, no tiene valor alguno si está vacío de todo ello.
Los arquitectos no construimos edificios. Nos dedicamos a imaginar y proyectar los futuros escenarios de toda esa vida humana de la que hablamos. Sin ello, el objeto pierde significación y, por ello, no podríamos llamarlo arquitectura. Ya le encontraríamos otro nombre.
De todas esas arquitecturas nuestro interés se centra particularmente en la más primaria y abundante de todas. La vivienda. Por varios motivos.
De entrada, la vivienda como refugio elemental, sin pretensiones ni objetivos artísticos. La vivienda como escenario de la vida cotidiana de todos nosotros, desde el inicio de la especie hasta hoy. Como intermediación entre nuestro cuerpo, nuestro y nuestro entorno, entre lo íntimo y lo compartido.
A la vez, la vivienda como célula de nuestros asentamientos, pueblos y ciudades. Y como toda célula, por su capacidad de agregarse y posibilitar el hábitat colectivo. De una cama a una estancia. De estancias a viviendas. De viviendas a bloques y, de ahí, a la ciudad. Un hábitat desde donde relacionarse y compartir recursos.
Un hábitat que tiene la capacidad de transformar ciudades y moldear paisajes. De incidir en nuestro día a día. En nuestro carácter y en nuestro humor. Un lugar que forma parte de nuestra identidad y, a su vez, la condiciona. Este es un hecho claramente contrastado y visible en las fotografías de la obra de Lacaton & Vassal, donde la apropiación del usuario es tanto o más importante cómo la intervención en ella misma.
Al mismo tiempo, seguramente por volumen y repetición, la vivienda es la más anónima de todas las arquitecturas. La arquitectura de lo común, de lo ordinario. Pero eso sí, para todo el mundo. Todos y en todo el mundo necesitamos una vivienda. De una manera u otra. Cada lugar con sus matices. Eso la hace imprescindible y la convierte en la única de las arquitecturas que merece el reconocimiento de derecho universal.
Todo ello hace que la vivienda sea a menudo reflejo de las sociedades y tradiciones de cada lugar. De su contexto económico y político. Sin duda.
Como tampoco hay duda alguna que también puede ser precursora de sus cambios, de sus avances y sus retrocesos. Y ahí es donde los arquitectos podemos ser de utilidad.
Diagrama de asociaciones involuntarias/voluntarias.
Alison Smithson, 1951. Source: Charged Void: Urbanism
Diagrama de asociaciones involuntarias/voluntarias.
Alison Smithson, 1951. Source: Charged Void: Urbanism
El músculo de la ciudad
«A lo largo del siglo XX, la cuestión de la vivienda o del hábitat, por su gran número, fue un motor esencial de las reflexiones urbanas y de arquitectura. Si hoy no conserva la misma agudeza, si ya no se mueve por las mismas necesidades, no significa que ya no sea pertinente o que se haya desvanecido, ni mucho menos»
Jacques Lucan, ville et architecture.
Jacques Lucan, ville et architecture.
Siguiendo el hilo del preámbulo, no sería exagerado afirmar que la vivienda es una de las materias primas más importantes y abundantes de las que disponemos para componer nuestras ciudades y entornos urbanos. Ya en su libro Construir y habitar, Ética para la ciudad, Richard Sennett se refiere a la vivienda cómo músculo de la ciudad. Del impacto de la forma física en cómo actuamos cada uno de nosotros y de la fractura entre lo construido y lo vivido.
La vivienda entendida como primer punto de contacto entre la gente y su sociedad. Entre la gente y su ciudad. La vivienda cómo parte de un engranaje complejo entretejido social y construido, como bien muestra el Diagrama de asociaciones voluntarias de Alison Smithson. Eso nos lleva a pensar que el diseño de viviendas no es solo capital para el confort interior de sus habitantes. Lo es también para la calidad urbana de toda una ciudad y, por extensión, de los valores sociales y políticos de un lugar. Y de su desarrollo en el tiempo. Como dice Fernanda Canales en su libro ‘Vivienda Colectiva en México’, “No se trata de la construcción de casas, sino de la construcción de sociedades”.
Eso coloca de nuevo el debate de la vivienda colectiva cómo temática común y transversal. Para todos y en todas partes. Un sujeto imposible de abordar aisladamente sin tener en cuenta el impacto social y político que trae consigo. Ejemplo de todo ello es que los grandes desarrollos de vivienda han ido siempre de la mano de políticas públicas tanto sociales y económicas cómo urbanísticas. Con mayor o menor acierto. Sociedades y gobiernos han ido respondiendo a las necesidades cambiantes de vivienda a lo largo del tiempo. Respuestas distintas a contextos distintos. Respuestas distintas a contextos parecidos. La paleta de soluciones es variada.
Las grandes operaciones urbanísticas trajeron consigo distintas maneras de enfocar la vivienda y de responder a las demandas sociales y políticas del momento. Hausmann, Cerdà, Burnham, etc. Las diferencias entre ellos son contextuales, pero también ideológicas. Tienen que ver con la sociedad, tradición y tecnología del momento en el que trabajaron, pero también en su manera de entender todo ello y su futuro. Así, cada uno de estos planes son un arma de doble filo. De un lado, dan respuesta a su contexto en un momento dado. Del otro, condicionan y estimulan una cierta manera de vivir y de entender la sociedad. En su momento y a partir de entonces.
Los boulevards solucionan problemas de salubridad y defensa, pero también traen consigo los cafés y los grandes almacenes. La ordenación y resolución de las nuevas tipologías serán el reflejo de la sociedad parisina del siglo XIX. Y no sólo por lo que pase en la calle, sino también en casa. Estratificación de inmuebles por clase, entradas para el servicio, cocinas amplias y apartadas, grandes vestíbulos y salones, balcones corridos en las plantas inferiores, etc. Todo ello ha influido, innegablemente, en la evolución de la sociedad parisina y la distribución del poder y la riqueza. Seguramente hasta nuestros días.
Lo mismo ocurre en el Pla Cerdà. Un sistema que densifica la ciudad en base a unos parámetros de funcionalidad, higiene e igualdad. Una malla homogénea que ponía en valor la mezcla de usos y el uso del espacio libre como parte del programa. Un sistema que buscaba ser abierto y paritario, puesto que la disposición y diseño de viviendas era mucho menos propensa a las desigualdades sociales de Hausmann.
En ambos casos la vivienda es una herramienta política. Una herramienta que construye a la vez ciudad y sociedad. La mano de sus ideólogos no sólo se refleja en las condiciones físicas que le otorgan a sus viviendas, sino en el impacto social y político que adquiere la suma de todas ellas.
La fuerza de esos planes, por masivos e ideológicos, imprime el carácter de su sociedad. Cada uno con un modo de entender la relación entre las personas y su relación con lo vivido. Cada una transmite un carácter y una manera de entender la colectividad que, aún hoy, se pueden palpar en cada una de esas ciudades. Eso nos conduce ineludiblemente a la conclusión de que, irremediablemente, la vivienda tiene carga ideológica. Y, ésta, transforma a sociedad y ciudad a la vez.
No obstante, a menudo, hoy la cuestión de la vivienda queda reducida a temas meramente especulativos, de rendimiento sobre el suelo. Otras veces se aborda desde la perspectiva puramente de emergencia, como un servicio social más para aquellos que se encuentran en situaciones más desfavorables. Miramos el ratio de aprovechamiento de la superficie. Velamos por el cumplimiento de una serie de normativas que regulan la ventilación, dimensiones mínimas y unos servicios concretos. Sin embargo, ¿podríamos ir más allá? ¿Somos conscientes los responsables de su diseño de este trasfondo social y político del que hablamos?
¿Cómo afecta el diseño de nuestras viviendas a la conciliación de las tareas del hogar? ¿Qué margen de adaptación nos dejan para situaciones excepcionales? ¿Cabe la posibilidad de desarrollar otro tipo de actividades que no sean dormir y comer? ¿Pueden evolucionar según nuestras necesidades? ¿Nos permiten o nos dificultan conocer a nuestros vecinos? ¿Son iguales en el barrio de Salamanca que en Puente de Vallecas? ¿Son capaces de aprovechar las condiciones naturales de sol, sombra, aire, etc.? ¿Son reciclables o reacondicionables? ¿Qué servicios necesitamos de forma individual y cuáles podrían funcionar colectivamente? Y, en definitiva, ¿a qué necesidades debemos responder para conducirnos hacia la sociedad a la que aspiramos? ¿Qué parámetros debemos tener en cuenta para darles respuesta?
Un sinfín de preguntas que tienen que ver no sólo con el confort interior sino con una manera de favorecer lo que en el preámbulo consideramos cómo arquitectura. Preguntas que tienen respuesta desde la tipología, pero también desde su agregación e implantación en las ciudades. Cómo lo construido engendra comunidad. Debemos pensar la vivienda cómo parte de un engranaje colectivo, con sus espacios de intersticio como inherentes y constitutivos de la misma. El jardín, el patio, la calle, etc. Una vez más el objeto autónomo no nos sirve. No, si lo que queremos es hacer arquitectura.
Podríamos empezar a buscar respuestas a estas cuestiones desde un previo y acurado estudio y conocimiento de las arquitecturas del pasado. Entenderlas e interpretarlas para entender su funcionamiento y su encaje en la geometría social de cada momento. Buscar pistas que nos conduzcan a nuevas estrategias para la experimentación e innovación en la concepción de la tipología de vivienda colectiva.
Empiezan a ser numerosos los proyectos construidos tratan de abordar estas preguntas. Debemos aprender de sus errores y fortalezas. La sociedad avanza. La tecnología y nuestra relación con el mundo también. ¿Debería nuestra vivienda evolucionar con ello, e incluso, ir un paso por delante?
Duplex architekten.
Vivienda cooperativa en Mehr als Wohnen, Zúrich.
Duplex architekten.
Vivienda cooperativa en Mehr als Wohnen, Zúrich.
Una herramienta social y política
La concepción de las viviendas en las que vivimos tienen un gran impacto en nuestra manera de relacionarnos con nuestras ciudades, nuestra sociedad y con el mundo. Son innumerables los casos en los que una simple reforma ha revolucionado la manera de vivir en una casa y ha alterado positivamente las rutinas y dinámicas de sus habitantes.
Independientemente del momento histórico que analicemos, hay ciertos parámetros que siempre están presentes en nuestras viviendas, les dan forma y condicionan la forma de vivir en ellas. A veces de forma consciente y proyectada, otras de forma impuesta o imprevista.
Parámetros transversales, en tiempos y lugares, que podríamos utilizar para incorporar en la concepción de nuestras viviendas, para decidir sobre ellos de antemano. Parámetros que no tienen directamente que ver con lo físico, pero sí con la percepción y uso e incluso dignidad de todas ellas. Parámetros que tienen que ver con lo social y político y que tienen un impacto en nuestra conducta y en nuestra salud.
Hablamos de flexibilidad, eficiencia, género, clase, colectividad, jerarquía, etc. Y, por supuesto, la búsqueda de nuevos parámetros sobre los que reflexionar. Cada uno de ellos merece su capítulo aparte, donde investigar cuál es su influencia en el confort y calidad de nuestras viviendas. Para saber hasta qué punto condicionan nuestra manera de vivir, de pensar y de relacionarnos.
Y, a su vez, ¿cuáles son los parámetros del futuro? ¿Cumplen las viviendas que estamos construyendo con las necesidades actuales, o siguen patrones caducados? ¿Cómo queremos vivir dentro de treinta, sesenta o noventa años? La evolución social y tecnológica es constante, ¿no debería eso mejorar también nuestra manera de vivir? ¿Puede la tipología reivindicarse cómo herramienta social y política? Seguramente siempre lo fue, aunque no siempre los arquitectos fuéramos conscientes de ello.
Le Diable à Paris, Herzel 1845.
Le Diable à Paris, Herzel 1845.
El presente trabajo intenta dar respuesta a todas estas preguntas, reivindicando la responsabilidad de arquitectos, urbanistas y agentes que intervienen en el diseño de ciudades. Se trata de poner sobre la mesa la necesidad de anticipar las necesidades sociales y políticas desde la vivienda, desde cada hogar. Si bien es cierto que la arquitectura es el reflejo de una sociedad, y la vivienda su materia prima más abundante, también lo es que nuestro entorno construido depende en gran medida de la voluntad del diseñador.
¿Podemos adelantarnos para convertir esta arquitectura en precursora de los cambios de nuestra sociedad? ¿Debe la arquitectura y el urbanismo actual seguir representando a la sociedad tal y cómo es, o podemos aspirar a cambiarla?
Ensayo publicado en el tercer número de [patio], titulado Inefable, dedicado al trabajo de Atelier Atlántico y apoyándonos en colaboraciones de Álvaro Chico, David Ariza, Mónica Lamela –There There Architecture–, Jesús Meseguer, Elena Beltrán, Javier Bustamante y Pigaa Studio para comprender el concepto contemporáneo de hogar y nuestros referentes.
[patio] es una revista de arquitectura independiente publicada exclusivamente en edición impresa. Puedes hacerte con la tuya y apoyar nuestro trabajo en nuestra tienda.