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Viajando a la vivienda Nómada

Una vez más, nos embarcamos en la reflexión sobre el espacio más personal y necesario que puede realizar el arquitecto para cualquier individuo. Una vez más, queremos ver qué se puede aprender de las distintas formas de habitar el mundo. En esta ocasión, y en contraposición con la línea de «Vivienda mínima» que explorábamos en artículos anteriores, vamos a aprender de la arquitectura tradicional, y esperamos llenarnos de la sabiduría que han mantenido durante generaciones cientos de miles de arquitectos anónimos. Así, nos embarcamos en un pequeño viaje hacia el continente Africano, donde nos encontramos con un gran porcentaje de los cerca de 40 millones de nómadas que habitan el mundo.

El urbanismo nómada: Los Rendille

La primera tribu a la que visitamos en este viaje es la de los Rendille. Se trata de un grupo de personas que habita las regiones en el desierto de Kaisut, al norte de Kenia. Nos invitan a pasar a su poblado, que se dispone de una forma más o menos regular, se deja ver la existencia de un patrón de capas concéntricas, comenzando por el pequeño muro de piedras y ramas con el que parece que marcan lo que es ahora su territorio.

Dentro, una de las cosas que llama la atención es la separación por género en el poblado, donde apenas mantienen relación los hombres con las mujeres, que viven agrupados en distintas zonas del mismo. En el núcleo de este, se marcan «estancias» donde permanecerá el ganado, elemento del que subsiste la tribu y que muestra la importancia que tiene al quedar en el centro de la jerarquía. Las viviendas se entienden casi como atalayas, para vigilar que los animales permanezcan en sus distintas parcelas, a la par que se protege de posibles depredadores.

Al caer la noche, nos ofrecen pasar a una de las tiendas, donde el calor del hogar nos acoge y la escala de la cúpula nos invita a estar recostados escuchando los sonidos del desierto. Mañana es un día duro para la tribu, pues han decidido partir. Ordenar el ganado, recoger las viviendas, y abandonar el campamento. Es la ley de vida en este urbanismo itinerante en el que lo que se busca es el alimento para los animales de los que se subsiste.

Tribu Rendille. 1: Urbanismo nómada. 2: Color en el «grano». 3: El «hogar» nómada.

Canteros del cuerno: Los Afar

Continuamos este viaje siguiendo las pisadas que encontramos en el desierto de Danakil, en pleno cuerno de África. Al final de este rastro, sorprende descubrir la imagen de distintos refugios que, de no ser por las pisadas, uno podría pasar de largo. Nos acercamos, y nos recibe con los brazos abiertos la tribu de los Afar. Mientras caminamos nos cuentan que las razones que los llevan a ser nómadas son también debidas al pastoreo. De fondo, el constante golpeteo de las piedras despierta nuestra curiosidad.

Vemos como un par de individuos cogen rocas de los alrededores y las sitúan a modo de cimentación en lo que parece, va a ser una casa. Los Afar nos informan de que los fuertes vientos que pueden aparecer en esta zona del continente, les obliga a no tener que usar exclusivamente las ramas y esterillos que transportan consigo en los viajes, sino que, allí donde van, también deben buscar piedras que usaran como cimentación para evitar que sus viviendas vuelen.

Tras una tarde de calor intenso en la que aprendemos más sobre la construcción de las viviendas, los Afar nos invitan a una de sus tiendas. Aquí la penumbra nos refresca y acoge, invitándonos a descansar plenamente en la próxima noche, antes de continuar con esta aventura.

Tribu Afar. 1: Mimetismo urbano. 2: El hueso del refugio. 3: «Penumbras acogedoras».

La tribu del lecho: Los Fulani

El último grupo que visitamos en este ficticio viaje, ha habitado prácticamente la totalidad del oeste Africano. Se trata de la tribu de los Fulani. Conocemos a la primera nómada de esta tribu en la sabana boscosa de África, se encuentra recogiendo hierba y ramas, una actividad usual, como ya hemos visto, entre estos grupos itinerantes. Decidimos ayudarla en su tarea, y tras cargarnos de estos bienes, nos encaminamos junto a ella al poblado.

Lo primero que nos llama la atención de este grupo, es el paisaje en el que habitan, un entorno que requiere de una mayor integración con la vegetación de sus construcciones temporales. El contraste entre el marrón seco de sus refugios y el verde del entorno, le confiere de una dualidad cromática que antes era casi inexistente en las tribus previas. Nos introducimos más en el asentamiento, y acabamos llegando a un lugar donde trabajan varias personas. Dejamos las ramas y la hierba, y nos damos cuenta que el objeto de trabajo aquí, no es más que la construcción de una cama. Mientras trabajan, los Fulani nos cuentan que, para ellos, la vivienda es el hogar del lecho, y es por ello que, cuando van a hacer una casa, lo primero que construyen es una cama sobre la que se hará el resto de la célula de habitar.

Observamos como finaliza ese cuidadoso trabajo en el que material y mimo se usan simultáneamente, y vemos como crece el objeto último del arquitecto anónimo: La casa. La casa en torno a una cama. No vemos nada más personal, despojado de excesos, y realizado con más cariño que esta casa en torno a un lecho, imagen con la que nos despedimos de este idílico viaje.

 

Tribu Fulani. 1: Urbanismo integrado. 2: «Túmulo» portátil. 3: Una casa para la cama.

 

Más allá de esas miradas desde la implantación en el territorio, los materiales del lugar, las reflexiones de las formas de habitar… En Patio de Sombras creemos que la arquitectura vernácula tiene mucho que enseñarnos, es tan o más importante que la arquitectura de firma, porque esta siempre yace en razones altamente meditadas y filtradas por el tiempo. Desde aquí, queridos lectores, nos interesamos en conocer aquellas lecciones que os han enseñado estas arquitecturas. ¿Os animáis a compartirlas con nosotros?

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