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Una casa grande – Lacol

Una casa grande

La Borda, cooperativa de vivienda

Una casa grande

La Borda, cooperativa de vivienda

Texto publicado en el segundo número de [patio], titulado Uncommon y dedicado al trabajo de Lacol y apoyándonos en colaboraciones de Atelier Atlántico, Belén Ramos, Álex Pérez, Álvaro Chico o Foams para comprender el concepto contemporáneo de comunidad y nuestros referentes.

[patio] es una revista de arquitectura independiente publicada exclusivamente en edición impresa. Puedes hacerte con la tuya y apoyar nuestro trabajo en nuestra tienda.

Piensa en tu propia casa, en tu hogar, o tu habitación. ¿Cuántos objetos de los que tienes utilizas una vez al día? ¿Y cuáles menos? ¿Una vez a la semana? ¿Una vez al mes? Intenta aplicarlo ahora a muebles, o electrodomésticos. Piensa también en habitaciones o estancias. ¿Forman parte de tu vida diaria o conforman un conjunto añadido de usos esporádicos?

Lacol se define a sí misma como una cooperativa de arquitectura, una agrupación de arquitectas y arquitectos que ha escogido una estructura de trabajo horizontal como respuesta natural a unos orígenes enmarcados por la crisis económica y social que sufría el país en 2009, y con referentes como el movimiento 15M en Madrid o la okupación de la Plaça de Catalunya en Barcelona.

En medio de este panorama, las comunidades del barrio de Sants (Barcelona) luchaban por recuperar Can Batlló, un complejo industrial abandonado que ocupaba el corazón del barrio y cuya transición a equipamiento dotacional había sido aprobada, pero había quedado congelada en un pulcro silencio administrativo que las agrupaciones vecinales finalmente consiguieron romper. Los primeros integrantes de Lacol, implicados en este movimiento, comenzaron su colaboración trabajando para adaptar el deteriorado espacio industrial a las necesidades de la comunidad, transformando este entorno fabril en desuso en un espacio comunitario y vecinal autogestionado. (1)

El resultado es un logro conjunto de las comunidades conformadas por los vecinos del barrio de Sants y la Bordeta, cuya implicación ha conseguido que este espacio, a día de hoy, incluya usos centrados en la ayuda, la integración, la solidaridad y la cooperación vecinal.

Alentados por la crisis habitacional que azotaba –y sigue azotando– la ciudad de Barcelona, el colectivo Lacol centró sus esfuerzos en conocer y poner en práctica nuevos modelos de vivienda que extendiesen las pautas de autonomía y autogestión más allá del espacio de Can Batlló. Comienzan a surgir entonces nexos con cooperativas alrededor del mundo que les permitieron conocer, más allá de los modelos teóricos, cómo habían funcionado diferentes casos prácticos de vivienda cooperativa: El papel del FECOVI y el FECVAM (2) en Uruguay o la aplicación del modelo Andel en Dinamarca, dos países que cuentan con una larga historia relacionada con la vivienda cooperativa. (3) De este modo, en 2012 el germen de La Borda comienza a brotar.

(2) Federación de Coop. de Vivienda de Usuarios por Ahorro Previo y Federación Uruguaya de Coop. de Vivienda por Ayuda Mutua.
(3) LACOL y LA CIUTAT INVISIBLE (2020). Habitar en comunidad. La vivienda cooperativa en cesión de uso. Ed. Catarata.

Ernest Garriga –socio de la cooperativa Lacol y habitante en La Borda– nos plantea las preguntas que abren este texto mientras avanzamos por una calle estrecha en el barrio de Sants donde la fachada translúcida y vibrante de La Borda aparece al fondo. Aún en la calle, al acercarnos al edificio, los saludos efusivos y los «bon dia!» interrumpen cariñosamente la explicación: algunos compañeros entran y salen del edificio; el dependiente de la cooperativa de consumo, L’Economat Social, que ocupa el local en planta baja del edificio, saluda con la mano; alguien llama a Ernest desde el espacio comunitario, elevado un piso sobre el nivel de calle. El ir y venir inconexo, eufórico y cacofónico de la ciudad se convierte por unos instantes en una conversación cercana y cálida, en risas y despedidas con palmadas en la espalda.

(2) Federación de Coop. de Vivienda de Usuarios por Ahorro Previo y Federación Uruguaya de Coop. de Vivienda por Ayuda Mutua.
(3) LACOL y LA CIUTAT INVISIBLE (2020). Habitar en comunidad. La vivienda cooperativa en cesión de uso. Ed. Catarata.

Fachada de La Borda desde el Carrer d’Hartzenbusch. Ph.: Lacol.

La Borda se presenta hacia el Carrer de la Constitució mediante una fachada abierta, translúcida, permeable pero no evidente, que se maciza piso a piso al ascender en altura. La planta baja muestra una estructura de hormigón desnudo ocupada tan solo por la cooperativa de consumo, dejando libre una galería cubierta que permite el acceso al complejo y atraviesa transversalmente la manzana. El resultado es una confluencia de caminos al enfrentar esta galería al Carrer d’Hartzenbusch, abriendo al barrio una nueva forma de acceder hacia el cada vez más amable Can Batlló.

El proyecto de La Borda se plantea desde un inicio como una vía de escape a la especulación inmobiliaria, promovida por una asociación cooperativa de personas que comenzaron a plantearse un nuevo modelo de vivienda. Con conceptos como sostenibilidad, autoconstrucción, autogestión y asequibilidad en el punto de mira, y basándose en los ejemplos prácticos que habían estudiado durante años, Lacol planteó las guías de desarrollo del proyecto a la cooperativa, componiendo una idea de vivienda basada en las necesidades reales y futuras de la cooperativa de La Borda a lo largo de una larga sucesión de asambleas que se extendería durante los siguientes tres años.

Fachada de La Borda hacia Can Batlló.
Ph.: Lacol.

El uso de madera contralaminada como material estructural primario –excepto en planta baja–, la inversión en infraestructura de energía renovable, o no excavar un aparcamiento bajo el edificio son decisiones que toma el colectivo de habitantes al completo, comprendiendo las implicaciones económicas, pero también técnicas y medioambientales, que conllevan.

Paralelamente, la cooperativa negocia con la administración la cesión temporal del terreno, situado en el entorno industrial de Can Batlló y destinado a viviendas de protección oficial, para la construcción de La Borda.

«Las socias de la cooperativa, y futuras usuarias, son las que dirigen, controlan y desarrollan todo el proceso de promoción mediante una estructura interna que fomenta su participación directa con comisiones de trabajo y una asamblea general mensual. La cooperativa sólo tiene el apoyo de equipos técnicos especializados en las tareas que no puede asumir por parte de sus socias».

El resultado es una estructura nacida desde la comunidad, desde la singularidad de cada una de las unidades de convivencia, de sus habitantes, de su intimidad y su colectividad. El espacio común se convierte en el protagonista de estas reuniones, decidiendo las actividades que pueden ser compartidas: sala de juegos, terraza, habitaciones de invitados, lavandería, cocina o comedor –para grandes reuniones–, entre otros, se convierten en usos prescindibles de la intimidad de la vivienda y pasan a ser consideradas actividades comunes, compartidas, gestionadas e incluso construidas por toda la comunidad, consiguiendo así focalizar la inversión y el esfuerzo.

Una vez definidas las pautas, el proyecto se materializa teniendo en cuenta el principio de sostenibilidad y la participación de la comunidad en el proceso constructivo. Basándose en el modelo tradicional de una corrala de vecinos, el acceso se produce a través del patio central, alrededor del cual giran sus seis plantas de altura, ofreciendo una lectura directa y sincera del edificio, de miradas cruzadas y de detalles vistos. 

Constructivamente, el edificio emplea la madera contralaminada como estructura principal –consiguiendo el récord de edificio más alto de España de este tipo–, material seleccionado por la baja huella medioambiental de este material, y debido a la facilidad de trabajo y aprovechamiento, contando con la participación de todos los integrantes en la construcción. 

Climáticamente, el esfuerzo se centra en conseguir un edificio pasivo con los mínimos recursos, desde los sistemas de climatización a la elección de los materiales, contando con paneles móviles de policarbonato en fachada y una cubierta de invernadero en el patio.

Sección transversal de La Borda.
Fuente: Lacol.

«En cuanto a la reducción de la demanda, por un lado se han reducido las superficies de las viviendas que necesitan un confort elevado, transfiriendo una parte a los espacios comunitarios donde la demanda asociada al confort es más discrecional. También se han desarrollado hasta su máxima expresión las estrategias bioclimáticas pasivas. Así, se ha diseñado el cubrimiento del patio con un invernadero que permite captar la radiación solar en invierno y hacer efecto chimenea para forzar la ventilación en verano. A esto se añade una buena estanqueidad al aire, trabajar con la inercia de los materiales y una especial atención en el aislamiento térmico».

Tras acceder a través del pasaje que conduce a Can Batlló e ingresar en el patio de La Borda, el bullicio de la calle queda reservado a un segundo plano. La planta baja, ocupada por la cooperativa de consumo, una amplia sala común y el gran espacio abierto del patio, forma un túnel caleidoscópico desde el que percibir la actividad de la comunidad, el ir y venir entre las viviendas, los juegos de los niños en la sala común de la primera planta o la pequeña piscina instalada en la terraza de la cuarta. El espacio común, equipado como cocina y comedor, y con capacidad de quedar abierto tanto al patio interior como hacia el parque trasero, conecta la vida diaria de La Borda con Can Batlló.

El carácter autoconstructivo de La Borda la convierte en una obra viva de espacios flexibles, en constante crecimiento y cambio, premeditadamente inacabada. Al ascender a la primera planta a través de la escalera, una colosal pieza única y estructural de madera contralaminada, volvemos a percibir el movimiento de la ciudad. Elevados un piso sobre el nivel de la acera, la ciudad se desarrolla al otro lado, deformada a través de la fachada de policarbonato o directamente visible gracias a los paneles móviles. La zona común es una extensión del movimiento de la calle y de la quietud del patio, un punto de encuentro, un gran espacio de doble altura que acoge los usos de lavandería, comedor, sala de asambleas o zona cubierta de juegos, y que se convierte en el centro neurálgico de la comunidad.

Sala común en planta baja de La borda en construcción.
Ph.: Álvaro Valdecantos.

Pieza de la escalera principal de La Borda ejecutada en madera contralaminada.
Ph.: Lacol.

Por encima de este espacio se desarrollan las viviendas, ocupando cuatro de ellas la fachada norte –orientadas hacia el Carrer de la Constitució– y veinticuatro la fachada sur –orientadas hacia Can Batlló–, todas ellas abiertas también hacia el patio central mediante una cristalera que funciona como acceso a la célula desde la galería, permitiendo una iluminación y ventilación cruzada.

Las viviendas son células adaptadas a las necesidades de las unidades de convivencia que las ocupan, definidas durante innumerables asambleas para determinar el número y tamaño de las estancias necesarias que las componen. Legalmente, cada integrante adquiere una célula mínima central, incluyendo dos estancias, cocina y baño, y pueden ampliar su vivienda acordando el uso de los módulos intersticiales, de titularidad común, con el resto de la cooperativa. Esto permite que la transformación de las viviendas al añadir o ceder habitaciones se produzca como un acuerdo interno, sin necesidad de acudir a la administración. Además, los usuarios y usuarias pueden acordar el uso de bloques sin necesidad de que linden con su vivienda, al permitir el acceso a ellos a través del patio central.

Más allá de la propia unidad de vivienda, de la dureza del área, cada estancia se proyecta hacia el exterior, apropiándose del espacio de galería que rodea el patio central como un porche cubierto, y extendiendo el salón hacia el balcón corrido que comparten en cada planta las viviendas orientadas a sur. El resultado es una gradación entre lo íntimo y lo común, una transición entre realidades que conviven, que se respetan y se comparten, consiguiendo que la vivienda trascienda más allá de la propia intimidad.

Planta tipo de viviendas.
Fuente: Lacol.

«El conocimiento exhaustivo del futuro habitante y de sus necesidades reales ha puesto en cuestión los patrones de usuarios tipo pre-establecidos y la normativa relativa a la vivienda para adecuar toda decisión a los requerimientos concretos de la cooperativa».

Interior de vivienda.
Ph.: Lacol.

Finalmente, el edificio se retranquea en su cuarta altura, separándose del Carrer de la Constitució y abriendo una terraza que se convierte en tendedero comunitario y, junto con la cubierta superior, en la zona exterior de juegos para los más pequeños.

 

La percepción al volver a descender y echar la vista atrás, al recorrer la escalera, y volver a emerger en el patio, es la de haber recorrido un único hogar. No se trata de un cúmulo de unidades apiladas, recelosas de su intimidad. Se trata de un juego de miradas cruzadas, de intimidades respetadas y –mucha– colaboración. Se trata de compañerismo y confianza, de conocimiento y autoconocimiento. Se trata de una casa grande.

 

Sala común en planta primera.
Ph.: Lacol.

Texto publicado en el segundo número de [patio], titulado Uncommon y dedicado al trabajo de Lacol y apoyándonos en colaboraciones de Atelier Atlántico, Belén Ramos, Álex Pérez, Álvaro Chico o Foams para comprender el concepto contemporáneo de comunidad y nuestros referentes.

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