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Conversación con Ernest Garriga (Lacol) I

Imaginar, construir, cooperar

Conversación con Ernest Garriga, Lacol (I)

Lacol es una cooperativa de arquitectos establecida en 2009 en el barrio de Sants de Barcelona. Trabajamos para generar infraestructuras comunitarias para la sostenibilidad de la vida, como herramienta clave para la transición ecosocial, a través de la arquitectura, el cooperativismo y la participación.

Lacol somos las socias trabajadoras Arnau Andrés, Eliseu Arrufat, Ari Artigas, Carles Baiges, Lali Daví, Cristina Gamboa, Ernest Garriga, Mirko Gegundez, Laura Lluch, Lluc Hernàndez, Pol Massoni y Jordi Miró; y la socia colaboradora Anna Clemente.

Colaboran con nosotros en el estudio: Arnau Sumalla, Adriana Parcerisa y Nicco Santana (arquitectos); Marc Maduell (arquitecto técnico); Laia Soler y Assumpta Rosinés (estudiantes de arquitectura); y Yolanda Chale (administración).

En nuestro estudio también han pasado: Jon Bacaicoa, Uxue Jauregui, Meri Mensa, Ilènia Molina y Joana Pericas.

Fueron socias de la cooperativa Núria Vila; y miembros del colectivo Lacol (antes de 2014) Mauro De Carlo, Santi Facet, Ignacia Bascuñán, Albert Garriga, Albert Esteva y Juan Antonio Membrive.

Esta conversación con Ernest Garriga, socio trabajador de Lacol, se desarrolla a lo largo de una intensa mañana en la que recorremos, junto a él y otros compañeros, los espacios de La Borda, La Balma, Coòpolis y La Comunal.[patio] #02 Uncommon recoge las impresiones de este viaje y del espíritu de la obra de Lacol, junto con otras excelentes colaboraciones centradas en el concepto de comunidad.

[p] Háblanos un poco acerca de los procesos de participación con las comunidades, ¿cómo es ese encuentro con el habitante?

[EG] Es un proceso muy interesante y desafiante al mismo tiempo. Nosotros somos conscientes de que no son arquitectos y esto también creo que es parte del aprendizaje. No deja de ser un proceso de colaboración en el que todos aprendemos y trabajamos juntos para crear un hogar que refleje las necesidades y deseos de las personas que lo habitarán.

Hacer el proceso participativo de una casa con un cliente, uno a uno, una vivienda unifamiliar, ya tiene sus problemas. Trabajando con un grupo amplio, es necesaria una organización extrema. Nuestro trabajo consiste en conseguir flexibilizar su mente y romper moldes. Lo planteamos en cuatro fases:

Una, la primera, es el imaginativo, como diríamos en catalán, ‘fer volar coloms’, hacer volar palomas, imaginar cosas.

[p] Construir en las nubes

[EG] Eso es, construir un imaginario colectivo, con muchas conversaciones, talleres, sesiones con fotos, pero que no tienen que ser fotos de arquitectura, a veces son situaciones, encuentros…, se trata de reunirnos y escuchar a las futuras vecinas para entender qué es lo que quieren desde el día a día, desde lo cotidiano. 

[p] Una lluvia de ideas, ¿no?

[EG] Exacto. Después hacemos un salto en lo formativo, se empieza por ejemplo dibujando tu casa actual o tu piso de alquiler a escala. Les damos unas retículas, y dibujan su piso, salen, lo explican y dicen cómo viven. Entonces se hacen preguntas: “¿y por qué no pones esto ahí?”, “¿Cómo es que tienes un almacén tan grande?”, “No, es que tengo muchas cosas”, “¿Y cuando vengas aquí, necesitarás estas cosas?” Se generan debates internos que abren reflexiones sobre lo que ya tenemos, y esto sí se puede analizar más fácilmente. No es cómo vivir en un futuro, no, vamos a hablar de cómo vives ahora y qué es lo que puedes cambiar. Ahí ya hablamos de metros cuadrados, hablamos de optimizar, de la posición de la cocina respecto puntos al resto de la casa: si tienes críos, si queda escondida la cocina, si quieres visibilizar las tareas domésticas, hablamos de igualdad, de feminismo… Todo esto se trata casi analizando o poniendo en crisis tu vivienda actual.

Con todo esto analizado, ya entramos en proyecto y la parte de entrar en proyecto siempre es desde lo colectivo. Contábamos antes con La Balma que nunca hablamos de cómo será tu vivienda, hablamos siempre del edificio, de los espacios comunes. De tu vivienda ya hemos hablado, cómo vives ahora y qué cosas puedes cambiar en tu casa de ahora, a partir de ahí lo aparcamos e igual pasa medio año o más que es solo colectivo, colectivo, colectivo, para dar mucha conciencia de todo esto, para que haya debates, para que haya enfados, no pasa nada porque un grupo muy grande exista el conflicto, forma parte de la creación del grupo, es parte de aprender a funcionar en asamblea. 

«Pedimos renunciar a una superficie privativa en pro de espacios comunes, y eso no siempre es fácil. Te das cuenta que, al final, tocar el habitar es tocar aspectos culturales muy profundos.»

Fachada de La Borda. [p]

[p] Y esta forma de trabajo, ¿nace de la primera experiencia en La Borda?

[EG] Así es, La Borda nos enseñó mucho a nosotros. Por ejemplo, comprendimos cómo funciona una asamblea, al contar con personas muy activas en el barrio, que propiciaron una comunidad verdaderamente unida e implicada; en La Balma, partimos de un grupo más disperso, que además cambió durante el proceso, por lo que las asambleas debían conseguir, aparte de hablar de vivienda, que existiera una cohesión: hacer comunidad antes de vivirla.

Cuando ya hemos hablado de espacios comunes, cuando hemos dibujado nuestras casas, hemos ido a visitar otros espacios que ayuden a imaginar lo comunitario, se genera una confianza en el grupo que permite afrontar las nuevas viviendas con la idea clara de la casa grande: mi vivienda será mucho más que mis 50 m2. Pedimos renunciar a una superficie privativa en pro de espacios comunes, y eso no siempre es fácil.

Te das cuenta que al final tocar el habitar es tocar aspectos culturales muy profundos. En el proceso de La Borda vimos que incluso estábamos tratando con gente de venía de okupar en varias casas, o de vivir en el extranjero, gente mayor que ha vivido toda su vida en comuna, otros que vienen de un piso de alquiler convencional, había de todo, y no es más moderno el que viene de okupar que el que viene de un piso. Hay un momento en el que cuando hablas de cómo será tu casa, cuidao, salen ahí todas los miedos. Al final es necesario generar confianza y poder hablar de todo, y poderse enfadar, que también es una muestra de haber generado confianza, digamos, enfadar sin petarlo todo.

Cuando todo esto está asimilado y tú ya tienes claro que tu vivienda va a tener toda esta disponibilidad de uso, que no es un extra, es tu vivienda.

«Creo que la arquitectura consigue relacionar conceptos abstractos con algo físico, y eso hace que sea más fácil implicarse en decisiones técnicas, económicas...»

No son estas pistas de pádel que hay en las comunidades, no, esto es parte de tu vivienda, y, de hecho, así queda registrado en el proyecto básico: la vivienda no tiene 90 metros cuadrados, la vivienda tiene 60 + 30 metros de espacios comunes. También es una idea muy clara desde la normativa, de cómo se entienden nuestras viviendas.

Entonces el proceso culmina, con los espacios comunitarios definidos y todo un aprendizaje, y nos centramos en la vivienda. Pero ya no hay que hacer mucho más, porque el mensaje está bastante claro. Nuestras tipologías de vivienda ya parten de todo lo que hemos aprendido antes, por lo que nos centramos en conseguir que la UEC se  adapte correctamente.

Después hacemos reuniones uno a uno, aquí sí. “Tú tienes dos críos y quieres esto, pues vale, yo te recomiendo tirar por aquí, te recomiendo cerrar la cocina, o el estudio”. A partir de reglas de juego claras, adaptamos cada tipología a las necesidades personalizadas de cada usuario. Hay gente que incluso elige “yo no quiero nada, ya lo viviré, ya decidiré cómo hacerlo”, perfecto. Así es el funcionamiento del proceso participativo.

[p] Y la decisión de cuestiones técnicas, de cuestiones de instalaciones, de estructuras, ¿son temas que se discuten a puerta cerrada? ¿Planteáis opciones al grupo?

[EG] Es un tema difícil, porque muchas veces evitamos sobreinformar al grupo, pero siempre contamos con especialistas que ofrecen una mirada técnica, como una masterclass, aunque sea sólo con carácter formativo. En La Borda por ejemplo, con la estructura de madera, vino el estructurista o el consultor ambiental y nos puso unos cuantos ejemplos. Intentamos que todo sea una formación. Después alguien de La Borda, que no es arquitecto, recibe un grupo para hacer una visita al edificio y dices ‘olé’, te lo explican todo porque realmente lo saben.

Usuario de L’Economat Social,
cooperativa de consumo en La Borda. [p]

“El hormigón, la inercia térmica, la madera que baja la humedad dentro de los pisos…” En La Borda hay una sensación de confort que igual hay 26 grados en la calle, 26 grados en el piso, pero en la calle es bochornoso y dentro no, y cambia muchísimo. Todo esto, lo entiende cada usuario, porque son promotores, no son habitantes, también serán habitantes, pero ahora son promotores. Tienen que confiar en todo esto porque están poniendo dinero en esto, están arriesgando en un modelo que genera una corresponsabilidad.

Es lo que decía antes, hacer las cosas nuevas es mucho más difícil que hacer lo que ya todo el mundo hace, entonces ahí tienes que demostrar mucho, tienes que dar mucha confianza, tienes que analizar todos los pasos y te quedas flipando con cómo, a veces, se genera una consciencia absoluta.

[p] Cuando leímos la memoria técnica de La Balma o de la Borda, entendíamos vuestro papel casi como mediadores dentro de esas asambleas y entendíamos que esa parte técnica venía dada, pero no es así. Al final conseguís instruir al habitante hasta el punto de que son ellos mismos los que construyen y la cooperativa funciona como un cúmulo de conocimientos.

[EG] Sí, para mí lo más importante es esto, que por lo menos el proceso de arquitectura sea un proceso participativo, activo por parte del integrante. Es cierto que ellos después pueden hacer sus asambleas para tratar economía, para tratar cualquier tema, pero la arquitectura te permite realmente relacionar la cotidianeidad con la economía, con concepto de vivienda, lo toca todo. Yo también lo he vivido desde el usuario, tienes una asamblea para tratar el financiamiento del proyecto y te empiezan a meter Excels, gráficos, y lo puedes pillar, pero no lo relacionas con el resto. No sé si es mi punto de vista sesgado, pero creo que la arquitectura consigue relacionar conceptos abstractos con algo físico, y eso hace que sea más fácil implicarse en decisiones técnicas, económicas…

En este sentido lo bonito es que sea una formación conjunta, es que se haga grupo, es que haya un amor por el proyecto. Nuestro punto de encuentro en La Borda, por ejemplo, es el de la autoconstrucción. Aquí igual es un poco extremo, pero es ese punto de “nos juntamos, hacemos una paella, y todo el mundo baja a construir; quien no puede, hace la paella o cuida de los niños”. Esto es hacer grupo, con la excusa de la autoconstrucción. El proceso de imaginar y construir nuestra casa contribuye a lo más bonito y la razón de todo esto: hacer comunidad.

[patio] #02 Uncommon ya está disponible. Un viaje por la obra y trabajo de Lacol, con colaboraciones de Álex Pérez, Álvaro Chico, Atelier Atlántico, Foams y Belén Ramos.

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