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Identidades

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Texto publicado en el quinto número de [patio], titulado Identidades, dedicado al trabajo de AHAUS y apoyándonos en colaboraciones de Álvaro Chico, Malakouti Jordan, Diana Maján, Manuel Pedraz, Jose Moreno, Enrique Iriso y Xabier Ilundain para profundizar en la comprensión del entorno desde su raíces y la forma de habitarlo.

[patio] es una revista de arquitectura independiente publicada exclusivamente en edición impresa. Puedes hacerte con la tuya y apoyar nuestro trabajo en nuestra tienda

Como muchos otros, a los veintipoquísimos empaqueté lo que yo consideraba toda mi vida
–que no ocupaba más que dos mochilas Quechua y un edredón enrollado– y me despedí, entre abrazos y suspiros, antes de subir a un autobús, con los nervios a flor de piel y la emoción propia de conflicto bélico.

Creo que si, de algún modo, existe algún tipo de consenso en la docencia de la Arquitectura en cualquiera de sus facetas –y tal vez en el oficio en general– es la recomendación constante y persistente de viajar, así que, desde el momento en el que bajé de aquel autobús y crucé las puertas de la Escuela, fui bombardeado por la invitación imperiosa de partir hacia la visita de un listado inabarcable de obras maestras, como fuentes de inspiración y de conocimiento que forjarían mi forma de ver el oficio.

Por supuesto, mi primer viaje no me llevó al Panteón Romano ni a la Unité d’habitation de Marsella, sino a la misma estación de autobuses –que no tenía nada de obra maestra– y que había abandonado unas semanas antes, esta vez con sentimientos más taimados pero la cara un poco desencajada.

Desde entonces, a lo largo de los años, he repetido ese mismo viaje más veces de las que soy capaz de recordar.

Para aquellos que hemos terminado alejados de lo que, a falta de un término mejor, aún
llamamos ‘nuestra casa’, hay un viaje de ida y vuelta que supone algo más trascendental que el desplazamiento en sí, y que no es ejercicio menor: regresar.

Aunque parezca un cliché mercadista más, al viajar, no somos los mismos. Al viajar –el buen viajar, no el de la gentrificación y el TOURISTS GO HOME–, nos inmiscuimos en una comunidad, en sus características, en su identidad, registrando a sus habitantes, su clima, su carácter y el nuestro. El buen viajero es virtualmente indistinguible del nativo, como un reptiliano que luce correctamente su traje de terrícola, y que aún así colgará al ascender de nuevo a su nave. Regresar supone rescatar del fondo del armario el traje usado, impregnado, un poco dado de sí y algo gastado, para retomar las particularidades de un lugar conocido, pero sobre todo para ser capaz de observar su mutación y, entonces, comprender que hay tantas perspectivas de un lugar como identidades Intervenir, al contrario que abstenerse, precisa de impregnarse de esas identidades, de viajar, pero, sobre todo, de regresar, para ser capaces de recordar, de adoptar las perspectivas suficientes para comprender una comunidad en su absoluta complejidad: desde la presencia y desde la ausencia, desde su historia y lo que queda fuera de ella, desde la nobleza y la marginalidad, y lo que sobrevive entre ambas. Para comprender un lugar, no solo debemos habitarlo, hay que dejar que sea habitado.

[patio] #05 disponible en edición impresa. 118 páginas que recorren la obra de AHAUS y exploran el concepto de identidad y patrimonio. Consíguelo aquí:

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