Hace unos días, terminábamos una de nuestras reflexiones con la imagen del
Museo Civico di Castelvecchio, en Verona, cuya intervención realizada por Carlo Scarpa sentó sin pretensiones las bases para la intervención sobre un patrimonio que comenzaba a perder el norte tras sucesivas intervenciones
Sin embargo, no queremos hoy generar un monográfico sobre esta obra, sino acompañar a lo largo de un recorrido que invite a reflexionar sobre diferentes conceptos que aquí se encuentran tan patentes que se materializan desde el primer momento.
En torno a 1350 el castillo original fue construido en Verona, donde posteriormente se procedería a intervenir en función de las nuevas necesidades del espacio defensivo. Esta superposición y reconstrucción acaba cuando durante la Segunda Guerra Mundial, el castillo queda gravemente dañado y es declarado en ruina.
Cuando Carlo Scarpa recibe el encargo de rehabilitar el antiguo fuerte como equipamiento museístico, encuentra la necesidad de generar una simbiosis entre la necesidad de restaurar el edificio y la nueva función que se propone, eliminando cualquier distinción o etapa tanto al proyectar como al construir.
De este modo, Scarpa entiende su trabajo como un estrato en un edificio donde durante siete siglos han aparecido estratos que superponían, rompían u ocultaban, pero que aún así, conformaban esa historia. La labor del arquitecto consiste en limpiar y consolidar la edificación, eliminar aquello que oculta, como falsos techos, o elementos desprendidos (Ver artículo “Lo que no se desprende” PdS) de modo que la historia del edificio queda mostrada al usuario al recorrerlo, incluso aquella historia sobre lo que “ha dejado de existir”.
Las heridas y cicatrices de un edificio alterado, pero vivo, se consolidan como espacios potentes, dotando al recorrido museistico de la capacidad de dar un sentido a todo este entramado de tiempos y culturas, y donde la propia intervención se muestra como un estrato más, respetuoso, atento y abierto a ser comprendido como contemporáneo, pero con una grácil facilidad para homogeneizar un puzzle donde las piezas se exponen sin miedo, casi al aire, como la escultura de Cangrande della Scalla, que se interpone sobre una liviana estructura, casi volando en una brecha incierta.
El uso de los materiales como elementos medidos, donde cada gesto tiene un tiempo y un espacio de respeto diseñado al detalle en cada una de las salas, permite entender el proyecto como un todo, donde la intervención restauradora y la inserción de un nuevo uso se convierten en un único gesto medido, incluso a la hora de interponer las piezas expuestas, generando una carga espacial donde estas son estructurantes y estructurales de un recorrido establecido.
Sin embargo, el respeto y el conocimiento no se consolida como un miedo o admiración, los materiales y tiempos diferentes toman una cultura homogeneizada, donde el peso se advierte por su fuerza o su valor, no como mero respeto por una antigüedad ambigua. De este modo, el mismo proyecto en su construcción sirve como método de búsqueda de nuevos restos arqueológicos, que se entienden y varían el proyecto, evitando destruir o dañar.
La intervención se convierte también en una máxima a la hora de adecuar el jardín y el puente aledaño al castillo, permitiendo así que la idea de intervención conjunta de Scarpa tome aún más fuerza al convertirse en un recorrido abierto a la ciudad, donde la consolidación y la exposición del conocimiento conforman y estructuran un sabia intervención.
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