Hay algo místico en el pájaro posado sobre el finísimo elemento longitudinal que conforma el cable.
Como infraestructura, usualmente, parece encontrarse desprovisto de todo ornamento para dejar ver tan solo lo esencialmente necesario (Una estructura de soporte y el propio elemento). Sin embargo, el cable, el elemento transmisor y aquel que provee de verdadera utilidad a la infraestructura, pasa desapercibido en el paisaje, como una finísima línea divisoria que el cerebro desacertado decide obviar.
Por otra parte, el ave encuentra allí un aposento y una torre vigía que le permite realizar un alto en el camino. Se trata de un punto invisible, oculto al ojo, incluido en el propio aire que él mismo domina, y que su posición destapa.
El ave descubre el cable como una llanura abierta, un espacio sutilmente peligroso, vigilable y vigilado, que denota su posición al mundo y la presencia de un apeadero.
El cable es el instante de vuelo congelado, y al mismo tiempo, el más dinámico de los vuelos.