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Música dibujada: Iannis Xenakis

El S.XX nos ha dejado una gran cantidad de nombres que serán recordados en el mundo gracias al granito de arena que aportaron en nuestro patrimonio cultural. Iannis Xenakis es uno de esos nombres, aunque es mucho más conocido en el mundo de la música que en el de la arquitectura. Si mencionamos el nombre de Charles-Édouard Jeanneret-Gris es probable que tampoco nos ubiquemos, pero si lo llamamos por la firma que adoptó a lo largo de su vida, será prácticamente imposible no conocerlo. Le Corbusier. Estos dos nombres son nuestros protagonistas de esta semana, y en contraste con la mayoría de publicaciones en las que su nombre aparece, Le Corbusier será el acompañante, quedando a la sombra de Xenakis.

La historia de Iannis Xenakis es la de una persona que se entregó al mundo del arte desde el campo de la música y de la matemática. Su vinculo con Le Corbusier nace cuando este empieza a trabajar en su estudio como ingeniero en el año 1948. El técnico mostraba un «espíritu geométrico» que encajaba con la forma de entender el arte de su maestro, donde ellos eran los encargados de dar orden a la naturaleza a través de la organización de sensaciones.

Iannis Xenakis y Le Corbusier, pabellón Philips (1958).

El arte envolvente

En su constante trabajo con el espacio, Iannis Xenakis entendía que existen dos artes capaces de envolver a la persona. Estos son la música y la arquitectura, que son las artes que permiten que el hombre habite un espacio.

“Hacer música o arquitectura es crear, engendrar ambientes que envuelven sonora o visualmente, poemas”.

El arte, en general se comunica y comulga misteriosamente entre sí, pero la poesía, danza, escultura o pintura, carecen de una naturaleza abstracta y asemántica, que sí es detectable en el campo de la música y de la arquitectura. Así como en la música el lenguaje expone diferentes alturas, duraciones o dinámicas que generan unos sonidos comprensibles para las personas, la arquitectura trabaja a través de la construcción de volúmenes que interactúan con nuestra percepción del entorno. Y aunque ambas son capaces de decir mucho sin palabras, es difícil traducir en ocasiones lo que nos transmiten al lenguaje.

Pero estos dos campos están más relacionados de lo que a priori puede parecer. A diferencia de la «sencilla» integración de las artes que nos ofreciera el renacimiento y barroco, donde la arquitectura se transformaba en un lienzo u ornacina para las demás formas de expresión, Xenakis trabajó con la música del mismo modo que lo hiciera con la arquitectura: creando atmósferas. Las piezas de este ingeniero son capaces de rellenar el ambiente, se convierten en arte envolvente que araña nuestras entrañas y explora nuestro yo más íntimo.

Otra de las características más reseñables de este músico era su uso de la matemática, o más bien geometría, a la hora de crear nuevas obras. Las matemáticas están presentes en la música al tratarse de un arte que tiene como base las reglas de la proporción, que relaciona los diferentes tonos y duraciones de manera armónica. Iannis Xenakis llevó esta manera de entender la música en relación a las matemáticas al extremo, trabajando con la geometría y haciendo «planos» musicales. Partituras que resultan tan interesantes de escuchar como de observar, mostrándonos las relaciones de escala, afinidad, o fuga de elementos que acaban generando piezas musicales que resultan excepcionalmente inquietantes.

Esta original forma de crear música a través de la matemática y geometría lo llevó a crear piezas que se separaban totalmente de los cánones del momento. Beethoven describía la naturaleza, Sibelius generaba preocupación entorno a ella, pero no fue hasta Xenakis que no se consiguió representar al ser visceral que lleva asociado la misma. Así, Iannis no fue «solo» el ingeniero que colaboró con Le Corbusier en el pabellón Philips en el 1958, fue el músico que cambió el panorama regalándonos otra forma nueva de crear arte.

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