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Ventanas y sonidos extranjeros

Hay algo de irreal al abrir una ventana, algo de contaminación –tan en boga, por desgracia– de una atmósfera con otra de una manera espectacularmente definida. La ventana supone un lujo en una estructura de muros de carga, un alarde, y un estudio al milímetro de las condiciones de un hueco que parece casi conformar su propio espacio, su abocinamiento, su forma concreta de dejar pasar la luz y el aire.

Pero me parece una extravagancia hablar de cálculos, mientras mi cabeza realmente vaga por las estructuras de los antiguos cortijos y masías, lugares autóctonos, vernaculares, construidos en gran parte a través del ensayo-error, de unos cuantos conocimientos y mucha práctica transmitida entre generaciones, provocando un inusual sentido de las cosas, nacido desde una razón práctica indudable. Y a la hora de llegar a la ventana -oh, la ventana-, el «maestro de obras» no se amilana, no tiene miedo, y practica el hueco imperfecto que la conformará, casi tan ancho como profundo en muchos casos, atravesando una estructura de un espesor inquebrantable.

Pero la ventana también representa una conexión tersa: Quizá algo más contemporánea, cuando los espesores se volvieron menos necesarios, y el hueco se convirtió en una conexión directa con el exterior, donde la carpintería sólo tenía la función de recordarnos los pocos milímetros que nos separan de la inclemencia. Y ahí también, la ventana es un espacio, aunque quizá fundido con algún otro, pero si decides buscarlo ahí estará.

Y es que es en estos días de principio de otoño cuando, muchas veces acompañado de un buen libro, otras veces sólo de un poco de música, busco ese espacio: Busco la ventana, el punto de intercambio entre atmósferas, la transición entre el dentro y el fuera que por un momento se extiende por todo un dormitorio con un mero gesto, y que permite que la estancia se inunde de sonoridad, de presencia y vida ajena, extranjera a tu pensamiento, pero renovadora al fin y al cabo; porque no nos hace falta otra cosa, a todos, que abrir ventanas allá donde vayamos.

«Ventana de pueblo». Fte. Bonne Humaine

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